JACINTOS PARA ALIMENTAR TU ALMA
A veces deambulo por este blog como si
fuese una calle cercana, parándome en los escaparates de mis textos,
saboreando tercios de música, sentándome en el poyete de algún
proverbio o simplemente anclada en el icono de “entrada” con la
mente vacía y lejana. Yo no escribo por escribir, ni por agradar,
ni por convencer; quizás alguna vez lo hice bajo la absurda
inspiración de la ilusión pero no es conveniente, os lo aseguro,
puede crear una imagen distorsionada de tu persona y corres el riesgo
de no reaccionar a cara descubierta, perdiendo todo el encanto
acumulado en las letras que te dibujan algo así como perfecta.
Claro que, de eso tiene más culpa la ilusión que la propia poesía.
Por eso paseo por el blog sin prisas,
perdiendo el tiempo sin ningún tipo de culpabilidad, ni de presión.
Como decía Lin Yutang: “Si puedes pasar una tarde perfectamente
inútil, de una manera perfectamente inútil, has aprendido a vivir”.
He aprendido a vivir sin más remedio,
porque no se puede forzar nada. Antes pensaba que expresar era tan
necesario para mí como respirar; sin embargo, estaba equivocada. Es
mejor respirar y contar hasta tres. Son las cosas que se aprenden con
la edad y con las experiencias vividas.
Una sigue siendo como es después de
todo, y la transparencia está en los ojos, no en las palabras.
Expresar te hace mucho más vulnerable y aunque sientas un alivio
momentáneo, a la larga te deja un vacío inmenso. Expresar es como
darte poco a poco, a cambio de nada porque la satisfación que te
produce al hacerlo se vuelve contra ti si no recibes ni siquiera un
poco de aliento.
Y todo esto lo decía porque hoy no
tengo nada que decir, salvo hacer referencia a un texto de un tal
Gulistan de Saadi,- que no sé quién es- y que dice así:
"Si
de los bienes mortales estás desposeído,
y
en tu exiguo almacén
sólo
quedan dos hogazas para tí
vende
una, y con el pago
compra
jacintos para alimentar tu alma"
Pues eso, de todo lo
que
recibas hoy, guarda jacintos para alimentar tu alma.
A. Aroca