LO QUE ME SALVA


Uno debería procurar rodearse de las personas adecuadas, de aquellas
acordes a nuestra forma de ser, con las que te encuentres agusto, con
las que te sientas apoyado y que te transmitan cosas buenas; con las
que puedas mantener por lo menos una relación cordial no solo cuando
estés de frente sino también cuando estés de espaldas a ellos pero esto
a veces es poco posible cuando tu no eliges la compañía o cuando el
entorno se ha convertido en hostil o se ha viciado.
Hay veces que lo que te toca es una espada de Damocles sobre tu cabeza,
a la que tienes que esquivar todos los días, y eso para alguien como yo,
es muy agotador.

El espacio personal de cada uno es de vital importancia aunque algunos
no necesiten ninguno. Cuando alguien sobrepasa el límite de tu espacio,
es como si te estuviese robando energía, te va minando poco a poco y
termina por asfixiarte. Es como una planta que necesitando agua una vez
al día, es regada constantemente por un incesante goteo que termina por
dejarla mustia.

Lo más difícil es reivindicar tu espacio; lo más difícil también es
entender lo valioso del silencio. Lo más seguro es que se produzca un
choque de fronteras y yo salga herida porque soy la menos lista, la
menos habilidosa para estos menesteres, y lo sé.
Hay que desintoxicarse durante un par de días, limpiar todo lo malo
acumulado y volver a empezar otra vez, y las que hagan falta hasta que
algún día yo también pueda abandonar este barco.
Por suerte que entre las hostilidades y los afectos, me quedo con los
segundos, que son muchos y buenos, y eso es lo que me salva.

A. Aroca

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