REFLEXIONES


Nunca me ha importado demasiado cumplir años; llegué a los treinta con
gran entusiasmo, a los cuarenta con más ganas de vivir y he alcanzado
los cincuenta con cierto desencanto. Nunca me preocupó la edad pero he
de decir que cuando he cruzado el umbral del cinco, la vida se ha parado
ante mí en seco y me ha dicho casi gritándome: "pero tu eres tonta, esta
eres tu y esto es lo que hay" . No me ha dado opción, "o conmigo o
contra mí", y me ha hecho tomar decisiones muy serias respecto a mi
persona porque si hay algo de lo que puedo enorgullecerme en estos
cincuenta años es de mi fortaleza para seguir adelante. Por supuesto que
a veces caigo en agujeros negros de melancolía pero en cuanto saco la
cabeza, el coraje hace el resto y estoy lista de nuevo para la batalla
de la vida.

Ha sido un fin de semana muy intenso y he tenido una sensación extraña,
como si de repente alguien tirase de mí como quien tira de una cometa y
la baja de las nubes hacia el suelo; como si me hubiesen dado dos
bofetadas y me hubiesen despertado de un largo sueño. Y también he
sentido una gran paz interior y una terrible calma, agridulce, de
alegría y dolor.

Por supuesto me he quedado con la primera parte, si la vida me dice:
conmigo o contra mí, yo siempre elegiré: con la vida, con la alegría,
con los sueños, con la ilusión, con la magia, con el amor y con la
libertad. Estas son mis palabras y voy a procurar que quién esté conmigo
tenga el mismo vocabulario que yo.

Madurar no es envejecer y yo me niego a envejecer sin ilusiones, como si
los actos, los sentimientos, las emociones y las palabras tuviesen que
medirse con la edad. No se puede confundir juicio, prudencia y sensatez
con rigor, severidad y dogmatismo. Y que me llamen lo que quieran, yo se
lo que soy y lo que necesito.

Hace mucho tiempo escribí una frase que decía: "Hay quien te ayuda a
envejecer y hay quien te ayuda a envejecer antes"

Hoy por hoy, le añadiría: " en este caso, es mejor envejecer solo" .


A. Aroca