«La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha»,
Michel de Montaigne.


Cuando he leído esta frase, por cierto, de un libro de Alex Rovira
"palabras que curan", he pensado la importancia que tienen las palabras
y la suerte que tengo de poder compartirlas. Muchas veces al leer un
texto, nos sentimos identificados con lo que dice, nos vemos reflejados
en el personaje de alguna historia o nos emocionamos al descubrir que
alguien define a la perfección aquello que estamos sintiendo en ese
momento.

Esto me hace pensar que las palabras de la mariposa y aquellas que
quedaron en el cofre azul, no me pertenecen al completo, porque al
compartirlas, forman parte también de aquellos que las leyeron.

Saber que alguna vez alguien se pueda haber sentido identificado o
emocionado con alguna de ellas, me impresiona porque me hace responsable
y consciente de lo que expreso.

Como dice Alex Rovira, podemos elegir en cada instante nuestras palabras
para relacionarnos con los demás e incluso para relacionarnos con
nosostros mismos y esta elección es un ejercicio que nos puede
transformar la existencia, ayudarnos o destruirnos.

Como dice Ramón Llull, la palabra es el arma más poderosa, por eso
quiero que las mías sigan saliendo del corazón, sin que ningún propósito
pueda doblegarlas, sin que ningún interés pueda manipularlas, sin que
ninguna vergüenza pueda soterrarla, sin que ningún rencor pueda
empañarla; así quiero expresar mi palabra: libre, sencilla y espontánea.

Y como dedica Rovira en el prólogo del susodicho al que me suscribo:

" a la buena gente, que cree en el poder del amor y en el poder de la
palabra y actúa en consecuencia para hacer de este mundo un lugar más
habitable"

A. Aroca

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