"el aleteo de las alas de una mariposa, se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino)
Te asomas al escaparate de tu vida y ves como cae la lluvia; ves como las gotas se suceden inmisericorde, penetrando hasta los más recónditos lugares de tu alma y entonces, espiras ese largo aliento sostenido y exhalas a través de un suspiro, todo el veneno acumulado.
Ya no importa el tiempo, cruel espejismo, ni la intemperie a la que te has visto expuesta. Solo respiras y dejas que la lluvia resbale por tu piel, en un proceso cabal de auténtica y purificadora limpieza.
El autoengaño ha terminado.
Maroka.
The Pink Floyd Tribute Show (2011) Full- Live From Liverpool
Sé que la he puesto más veces pero me gusta tanto que todas son pocas. No hay nada mejor que disfrutar de la lluvia con ellos de fondo. Lo malo es que me lleva lejos, muy lejos, demasiado como para querer volver. Disfrutarlo, embriagaros con sus notas, cerrar los ojos y ... volar. Volar hasta que el alma se os escape del cuerpo y tengáis que ir a buscarla.
EN CÁDIZ ÉSTO SERÍA UN ¡¡CAJONAZO!!
Resulta que me inscribo en una página relacionada con el mundo de las
letras para participar en una especie de eliminatoria por provincias
donde, aficionados a la escritura, envían sus relatos bajo unas bases
concretas, con el fín de elegir al mejor.
Escribo mi relato y lo envío cumpliendo todos los requisitos – no más de
150 palabras, con romanos comiendo como protagonistas- todos menos uno:
tenía que haberme inscrito en la página oficial como participante y no
sólo como miembro del grupo.
Por lo tanto, no estoy en la clasificación y quedo eliminada de inmediato.
¡cómo se pude ser tan despistada!

En fin, aquí os dejo mi relato; por lo menos, si no ve la luz en el
concurso, que la vea en mi blog.
Para todos mis lectores caseros:
LA ÚLTIMA MANZANA
Mi señor y el resto de los comensales, se deleitaban en el triclinium
con abundantes manjares mientras debatían sobre política. Boquiabiertos
se quedaron cuando con ímpetu desacostumbrado, irrumpí en la mesa;
alzando mi mano sobre la que reposaba una manzana ya madura y, fijando
la mirada en el hueco blanco y acuoso que le había producido un leve
mordisco, proferí, a pesar de mi condición de concubina:
"Mirad esta fruta, devorada por mi boca amarga, así como yo, por el
tiempo. Jamás recobrará el trozo que se llevaron mis labios y cuyo surco
empieza a ser mugriento. No podría recomponerla como tampoco se puede
rescatar el tiempo. Ni volverán esos años de esplendor de los que
habláis -profeticé como un postre indigesto para aquellos patricios de
estómagos insatisfechos, a sabiendas que aquella sería mi última
manzana- ¡Arrogantes romanos, tampoco la gloria volverá a Roma!
A. Aroca
Resulta que me inscribo en una página relacionada con el mundo de las
letras para participar en una especie de eliminatoria por provincias
donde, aficionados a la escritura, envían sus relatos bajo unas bases
concretas, con el fín de elegir al mejor.
Escribo mi relato y lo envío cumpliendo todos los requisitos – no más de
150 palabras, con romanos comiendo como protagonistas- todos menos uno:
tenía que haberme inscrito en la página oficial como participante y no
sólo como miembro del grupo.
Por lo tanto, no estoy en la clasificación y quedo eliminada de inmediato.
¡cómo se pude ser tan despistada!

En fin, aquí os dejo mi relato; por lo menos, si no ve la luz en el
concurso, que la vea en mi blog.
Para todos mis lectores caseros:
LA ÚLTIMA MANZANA
Mi señor y el resto de los comensales, se deleitaban en el triclinium
con abundantes manjares mientras debatían sobre política. Boquiabiertos
se quedaron cuando con ímpetu desacostumbrado, irrumpí en la mesa;
alzando mi mano sobre la que reposaba una manzana ya madura y, fijando
la mirada en el hueco blanco y acuoso que le había producido un leve
mordisco, proferí, a pesar de mi condición de concubina:
"Mirad esta fruta, devorada por mi boca amarga, así como yo, por el
tiempo. Jamás recobrará el trozo que se llevaron mis labios y cuyo surco
empieza a ser mugriento. No podría recomponerla como tampoco se puede
rescatar el tiempo. Ni volverán esos años de esplendor de los que
habláis -profeticé como un postre indigesto para aquellos patricios de
estómagos insatisfechos, a sabiendas que aquella sería mi última
manzana- ¡Arrogantes romanos, tampoco la gloria volverá a Roma!
A. Aroca
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