Te asomas al escaparate de tu vida y ves como cae la lluvia; ves como las gotas se suceden inmisericorde, penetrando hasta los más recónditos lugares de tu alma y entonces, espiras ese largo aliento sostenido y exhalas a través de un suspiro, todo el veneno acumulado.  
 Ya no importa el tiempo, cruel espejismo, ni la intemperie a la que te has visto expuesta. Solo respiras y dejas que la lluvia resbale por tu piel, en un proceso cabal de auténtica y  purificadora limpieza. 
El autoengaño ha terminado.    

Maroka.  

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