"el aleteo de las alas de una mariposa, se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino)
CUENTO ZEN SOBRE LA IMPACIENCIA
"Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ... ¡más de treinta metros!
- ¿Tarda sólo seis semanas en crecer?
- ¡No! La verdad es que se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que vendrá después.
En la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizá por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado."
ALGO DEBE ESTAR CAMBIANDO EN MI
Una hoja en blanco delante de mi y un bolígrafo que se pasea entre mis manos y juguetea con mis dedos esperando que la impronta de mis pensamientos se transformen en caligrafía, pero no es así. Algunas palabras sueltas se cuelan y empiezan a desfilar por el espacio en blanco como una fila desordenada de hormigas; no tienen sentido, ni siquiera saben a verso y las tacho rápidamente como arrepentida de haber ensuciado el blanco para esto. Soy incapaz de escribir nada, nada que realmente valga la pena. Parece que ya no tenga nada que decir o quizás no encuentro la forma de hacerlo.
Algo debe estar cambiando en mí, algo debe estar pasando por ahí dentro que no me deja ni siquiera escribir. Tal vez he dejado de huir, puede ser que me haya cansado de correr o quizás sea que por fin he alcanzado el suelo.
A. Aroca
Una hoja en blanco delante de mi y un bolígrafo que se pasea entre mis manos y juguetea con mis dedos esperando que la impronta de mis pensamientos se transformen en caligrafía, pero no es así. Algunas palabras sueltas se cuelan y empiezan a desfilar por el espacio en blanco como una fila desordenada de hormigas; no tienen sentido, ni siquiera saben a verso y las tacho rápidamente como arrepentida de haber ensuciado el blanco para esto. Soy incapaz de escribir nada, nada que realmente valga la pena. Parece que ya no tenga nada que decir o quizás no encuentro la forma de hacerlo.
Algo debe estar cambiando en mí, algo debe estar pasando por ahí dentro que no me deja ni siquiera escribir. Tal vez he dejado de huir, puede ser que me haya cansado de correr o quizás sea que por fin he alcanzado el suelo.
A. Aroca
Me encantó este artículo que comparto, porque es verdad que a veces tenemos una edad en el cuerpo y otra en el corazón.
Mi corazón es más joven que yo…
No he pensado cuando escribí este título, en lo que nos dicen los médicos, nuestro corazón envejece físicamente, y debemos cuidar de él… He pensado en el corazón emotivo, palpitante y aventurero, al mismo tiempo tierno y receloso… El corazón con que sentimos y nos enamoramos, con el que construimos relaciones de amistad, con el que nos solidarizamos, ese corazón no madura, no va acorde a lo que nos dice la razón, la experiencia y la precaución, el corazón es un travieso adolescente, aunque tú y yo seamos adultos, jóvenes, en la mediana edad, en cualquier etapa, tu corazón siempre, al menos para mi, es más joven que yo.
Cuántas veces el corazón nos lleva a tomar decisiones insospechadas, algunas se convierten en ocasiones felices, en otras debemos pagar factura de nuestras desilusiones, Ay pobre desdichado, nadie más que él es el culpable de nuestras lágrimas y desconsuelo. Y cuántas tantas otras, el corazón nos ha llenado el estómago de mariposas, ha latido con especial intensidad y nos ha dado a saborear, el dulce sabor de amar y ser amado.
Y cuando de vuelta de muchos días felices y otros tantos menos felices, nos decimos que basta ya, que seremos más cautelosos a la hora de decidirnos, que esta vez nadie tomará ventaja de nuestro entusiasmo… ¡Ey, que él no está de acuerdo con nosotros! Volvemos a sucumbir y el ilusionado corazón se siente entusiasmado, ello explica porqué nos recuperamos de tantos desengaños, y un día nos ilusionamos de nuevo, perdonamos, justificamos lo injustificable y siempre pensamos que todo va a mejorar cuando la razón, infatigable y persistente, nos dice que no nos engañemos.
Y el amor no nos deja equivocarnos solo en las relaciones de amor, nos equivocamos con los amigos, nos fallan es normal, son humanos. Y cuando pensamos que no podremos perdonar más, el tierno corazón insiste en que podemos aceptar una travesurilla más. Y no me estoy quejando, pero ese chiquillo entusiasta y con fe que es el corazón, no madura y no madurará, si lo veo con un poco de paciencia, que también puedo ser impaciente con mi corazón, que se empeña en volar en pos del entusiasmo, el cariño o el amor, ¿qué sería de nosotros si el corazón envejeciera a la par? Si cuando dejamos de ser adolescentes se convirtiera en un adulto precavido…
He pensado seriamente en eso, mi corazón no ha madurado para nada, aún se enternece con las canciones románticas que me ilusionaron alguna vez, se empeña en no olvidar ningún detalle de cuando fui feliz o desdichada… He allí al culpable de todo, ese jovenzuelo demasiado empeñado, en sentir que no quiere dejar de lado sentirse abrumado, que lo mismo enamorado… Y aún así, al ir dando tumbos por la vida, confiando unos días y desilusionándonos otros, confiando de nuevo y nunca abandonando la posibilidad… Porque este terco corazón tiene mucha fe.
Lo sé me encanta eso, que siga siendo un romántico adolescente, aunque yo haya madurado y me crea en control, porque hemos de pensar en las veces que nos habríamos privado por nuestra precaución y sensatez, de vivir quizá un romance apasionado o conocer un amigo entrañable, ir tras un sueño que una corazonada, nos dijo al oído que valía la pena… Gracias a mi juvenil corazón puede llenar mis horas de experiencias, algunas felices y otras no tanto, pero… Frente al recuento de los días, nada mejor que vernos frente a frente a lo que hemos vivido y sonreído, y aún lo que hemos llorado y perdido, después de todo de esos momentos hemos construido nuestra vida…
No importa lo que digan, me encanta que sea más joven que yo.
Cuántas veces el corazón nos lleva a tomar decisiones insospechadas, algunas se convierten en ocasiones felices, en otras debemos pagar factura de nuestras desilusiones, Ay pobre desdichado, nadie más que él es el culpable de nuestras lágrimas y desconsuelo. Y cuántas tantas otras, el corazón nos ha llenado el estómago de mariposas, ha latido con especial intensidad y nos ha dado a saborear, el dulce sabor de amar y ser amado.
Y cuando de vuelta de muchos días felices y otros tantos menos felices, nos decimos que basta ya, que seremos más cautelosos a la hora de decidirnos, que esta vez nadie tomará ventaja de nuestro entusiasmo… ¡Ey, que él no está de acuerdo con nosotros! Volvemos a sucumbir y el ilusionado corazón se siente entusiasmado, ello explica porqué nos recuperamos de tantos desengaños, y un día nos ilusionamos de nuevo, perdonamos, justificamos lo injustificable y siempre pensamos que todo va a mejorar cuando la razón, infatigable y persistente, nos dice que no nos engañemos.
Y el amor no nos deja equivocarnos solo en las relaciones de amor, nos equivocamos con los amigos, nos fallan es normal, son humanos. Y cuando pensamos que no podremos perdonar más, el tierno corazón insiste en que podemos aceptar una travesurilla más. Y no me estoy quejando, pero ese chiquillo entusiasta y con fe que es el corazón, no madura y no madurará, si lo veo con un poco de paciencia, que también puedo ser impaciente con mi corazón, que se empeña en volar en pos del entusiasmo, el cariño o el amor, ¿qué sería de nosotros si el corazón envejeciera a la par? Si cuando dejamos de ser adolescentes se convirtiera en un adulto precavido…
He pensado seriamente en eso, mi corazón no ha madurado para nada, aún se enternece con las canciones románticas que me ilusionaron alguna vez, se empeña en no olvidar ningún detalle de cuando fui feliz o desdichada… He allí al culpable de todo, ese jovenzuelo demasiado empeñado, en sentir que no quiere dejar de lado sentirse abrumado, que lo mismo enamorado… Y aún así, al ir dando tumbos por la vida, confiando unos días y desilusionándonos otros, confiando de nuevo y nunca abandonando la posibilidad… Porque este terco corazón tiene mucha fe.
Lo sé me encanta eso, que siga siendo un romántico adolescente, aunque yo haya madurado y me crea en control, porque hemos de pensar en las veces que nos habríamos privado por nuestra precaución y sensatez, de vivir quizá un romance apasionado o conocer un amigo entrañable, ir tras un sueño que una corazonada, nos dijo al oído que valía la pena… Gracias a mi juvenil corazón puede llenar mis horas de experiencias, algunas felices y otras no tanto, pero… Frente al recuento de los días, nada mejor que vernos frente a frente a lo que hemos vivido y sonreído, y aún lo que hemos llorado y perdido, después de todo de esos momentos hemos construido nuestra vida…
No importa lo que digan, me encanta que sea más joven que yo.
Fuente: la mente es maravillosa
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