UNA CABAÑA

Junto con las tres cosas que dicen que todos deberíamos hacer antes de morir, yo creo que la de tener un blog se podría sumar a la lista, aprovechando la era de la tecnología.

Tener un blog es tener un sitio a dónde ir, es como cuando de niños teníamos una cabaña o algún rincón donde escondernos, donde soñar, donde guardar o compartir secretos.
Recuerdo cuando estaba en quinto de Primaria y hacía pellas o rabona, como le llamábamos nosotros. A pocos metros del colegio había un descampado donde nos dedicamos a construir una especie de escondite con plásticos y ramas caídas de los árboles. Antoñito el Gordo, José María el Guapo, Santiago y yo, que era la única niña que dejaban entrar en el grupo.
Siempre me llevé mejor con los chicos, que me respetaban y me trataban como uno más. Hacía pellas, sí, pero también sacaba las mejores notas y no recuerdo que nadie me haya llamado nunca “empollona”. Mantenía un cierto equilibrio entre el sentido de la prudencia y el de la aventura y jamás me descubrieron. ¡No sé como he podido cambiar tanto!. Por aquella época sí que era todavía un alma libre; después, en la adolescencia, llegaron las restricciones y me bloquearon.
Como iba diciendo, todo el mundo debería tener un blog, una página personal, un sitio donde expresar, donde compartir. Da igual si le quieres poner nombre o inventarte uno, da lo mismo si un día estás nostálgico y otro embriagado de felicidad; si te descargas música de los ochenta o si cuelgas poesía, si cuentas anécdotas o compartes algún chiste. Lo importante es que seas tú mismo y que dejes fluir tu imaginación, que guardes aquello que no te cabe ni en el alma ni en la almohada, que te lleves de visita a algún amigo o que vayas solo. Todo eso da lo mismo, lo único que tienes que hacer para que tu blog sea digno de pertenecer a esa lista de cosas fundamentales que todos deberíamos hacer, es expresar sin que nadie te condicione ni tu forma de ser ni tus palabras.
Que pienses y escribas para ti mismo y lo cuelgues sin ninguna vergüenza ni pudor, sin importarte lo que piensen los demás porque igual que no se puede ir por la vida queriendo gustar a todo el mundo, tampoco debes pretender que todo lo que escribas siente bien, o mal. Muchos te leerán y se olvidarán enseguida y los más fieles, ya sabrán esa forma de ser que tienes y no le darán más importancia.
Lo principal es que lo hagas desde el corazón, y que no sean palabras huecas para impresionar o manipular, para eso ya están los políticos. Sé genuíno, transparente e inocente como un niño.

Da igual la edad que tengas, todos llevamos dentro una parte de ese niño; búscale una cabaña donde se pueda desahogar de vez en cuando.

A. Aroca

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