*CON FALDAS Y AL VIENTO*



Vuelta al trabajo y lo único que me he alegrado de ver es a mi pobre
bicicleta que la dejé atada en el recinto con una rueda pinchada allá
por finales de junio. No suelo ponerme faldas para ir en bici por la
incomodidad que ello supone pero aquella mañana me atreví con una que
era más ancha que las demás. Esta no me dará problemas -pensé- y a las
siete y media de la mañana me lancé a la calle con mi falda y mis
tacones, arreglá pero informal, que diría La Martirio.

No fue la estrechez de la prenda lo que me causó problemas sino todo lo
contrario; hacía un viento de mil demonios, y como el tejido era mitad
de seda, al más mínimo soplo de aire la tenía volando muy por encima de
las rodillas, bastante por encima diría yo, que desde mi perspectiva
veía como las piernas se quedaban desnudas mientras yo intentaba reducir
la velocidad con la intención de amainar el viento a la vez que mi mano
izquerda sujetaba la tela de la ventolera.

El trayecto hacia el trabajo no es muy largo pero hay que sortear
algunos obstáculos como viandantes aún dormidos, conductores
despistados, algún que otro bache y una ristra de árboles que están
plantados justo en medio del carril, bueno más bien plantaron el carril
después alrededor del árbol – sí o sí- con lo que a veces, sostenerse
sobre una mano tanto tiempo es un poco peligroso.

Llegué a mi destino con más o menos apuros, decidida a volver en autobús
o a pie y dejar los pedales para el día siguiente pero a la hora de
salir, me volvi a armar de valor y me subí a la bicicleta mientras me
decía a mí misma que en diez o quince minutos estaría en casa y total,
que más daba si se me levantaba la falda, que se iba a ver si con la
cestilla en el manillar, tenía cubierto el frente y además, si iba más
tiempo de pie que sentada, mantendría la tela en su lugar aunque os
aseguro que el viento no estaba de mi parte y soplaba aún más fuerte que
por la mañana.

Cuando llegué a la esquina, mi bicicleta pinchó y tuve que dar la
vuelta, más aliviada que fastidiada, esa es la verdad, porque una es
atrevida, claro que sí, pero si te cae una ayudita...

Casualidades de la vida.



A. Aroca

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