_*EDUCAR A UN HIJO*_


Educar a un hijo es una tarea difícil y complicada, educar a un hijo
bajo la responsabilidad de ser padres, que no es poco porque educar no
es lo mismo que criar. Alimentarlo, vestirlo, calzarlo, llevarlo a un
colegio, comprarle un juguete, jugar con él en el parque o llevarlo al
cine... eso es fácil y no requiere mucho esfuerzo, pero educarlo, eso es
otra historia, es cubrir sus necesidades por dentro.

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos pero ninguno sabemos a
ciencia cierta como actuar para que el resultado de la educación
recibida sea positivo, o al menos, no negativo. Los hijos no vienen ni
con un pan debajo del brazo -como dicen- ni con un libro de
instrucciones. Los padres tampoco somos perfectos y la vida no nos da
una segunda oportunidad para aplicar lo aprendido y aunque nos la diera,
¿de qué nos serviría? ¿Cuantas vidas tendríamos que tener hasta dar con
la correcta? ¿y cual es la correcta? Con estas referencias, es normal
que se atienda a patrones educativos establecidos que van desde la
escala familiar a la social y también es normal que las consultas de los
psicólogos estén abarrotadas tanto para los hijos como para los padres.
Yo particularmente, no creo ni en los patrones ni en los psicólogos,
aunque la educación de mi hijo me genera la misma ansiedad que a todo el
mundo y tampoco tenga la fórmula mágica que me asegure que estoy
actuando con certeza.

No es fácil ponerse de acuerdo, educar entre dos a un tercero, es decir
dos naturalezas -cada una con sus influencias y aprendizajes propios -
intentando modelar a una tercera que también tiene una naturaleza
propia, y eso es lo que se nos olvida.

Aunque queramos ser conscientes de todo esto, no podemos evitar ver una
situación bajo nuestra experiencia de vida: frustraciones, sueños no
alcanzados, miedos, dudas, inseguridades, un exceso de apego o una falta
de cariño, una educación demasiado rígida o una crianza totalmente
permisiva, cualquier circunstancia que nos haya influído y que ha
contribuído al mapa de nuestros caracteres personales. El caso es que es
muy posible que intentemos proyectar muchas de nuestras carencias en la
vida de nuestros hijos -creyéndola también un poco nuestra-, con el
objetivo de que no cometa los mismos errores, sin embargo esto puede
producir el efecto contrario ya que todo camino tiene o debe tener su
piedra.

Le auguramos un futuro feliz si termina su carrera, encuentra una pareja
y un trabajo estupendos y vive en una hermosa casa rodeado de su familia
y de todas las comodidades. Sin embargo, si decide quedarse soltero,
recorrer el mundo o ganarse la vida con sus aptitudes artísticas,
entonces pensamos que puede sufrir mucho y que será un fracasado.

Es una incógnita su futuro y es una duda no saber cuando hay que darle
más y cuando hay que darle menos, cuando hay que ofrecerle una sonrisa y
cuando una regañina, cuando se merece un regalo y cuando un castigo.
Para eso también hay pautas, como instrucciones para apretar uno u otro
tornillo según el tipo de avería del aparato y los demás te dirán mil
consejos para que los apliques con tu hijo, -indisciplina: tornillo
derecho, falta de respeto: tornillo izquierdo, rebeldía: tornillo
superior... como si nuestros hijos fuesen muñecos en serie-, pero
explicado con mucha retórica o psicología, como lo querais llamar.

No hay un esteriotipo de hijo ni de padre, ni de situación, ni de vida.
Hay que conocer y reconocer, a la persona que tenemos como hijo, y
también desde la persona que somos como padres.

En definitiva, si tienes un árbol de peras, procura que sean las mejores
peras pero no te empeñes en recoger manzanas. Y las mejores peras serán
las que se rieguen con altas dosis de paciencia, de confianza y de cariño.


A. Aroca

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